lunes, 29 de noviembre de 2010

- VI -


El Mar de Fuego y Plata.



A'balana, mi tierra de fuego y plata. Nos acogió hace eones, o siglos, o días y nos envuelve con su arena que parece hecha de espejo y que refleja la luz de nuestro brillante sol, cegandonos y haciendonos mantener ocultos mientras el día dure en nuestros refugios. Estos los tenemos escavados en la montañas y las cimas de nuestro pequeño valle. Fueron excavados por nuestros antecesores, y disponemos de todas las comodidades para sobrevivir. Durante años hemos trabajado en ellos, aportando cada vez mas niveles bajo tierra para poder acoger a una población cada vez mas numerosa. ¿Porqué no nos extendemos más allá del horizonte? De noche, nuestro ardiente mar se torna calmo. Refleja la luna mostrando nuestros reflejos a nuestro pies y el suave viento del sur nos invita para andar más allá de las magníficas entradas de nuestros hogares, ya libres del ardiente sol. Pero la calma nos hace confiados, y embobados por nuestro reflejos el viento inesperado del norte nos envuelve en una bruma brillante, y, como en un espejismo, creemos ver la seguridad de la comunidad, cuando en realidad, al querer dirigirnos a ella, nos dirigimos al reflejo que está situado a quilómetros. Este viento inesperado nos aterra, pues a muchos a arrancado de la mano de sus seres queridos. Todos aquellos desgraciados con la suerte de volver, han regresado tan ausentes en espiritus que ni tan siquiera nuestra medicina ha podido volverlos coherentes. Narran historias increibles, sobre tierras húmedas y fertiles, que les arrancan la respiración. Historias de monstruos abominables que los persiguen. Y ellos son los que han tenido suerte, la mayoría nunca vuelve.




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