domingo, 19 de diciembre de 2010

- VIII -

Alea era mi vida, su sonrisa lo iluminaba todo.
Entre sus brazos me acunaba, me negaba a sentirme solo.
Por su alegría la amaba
Pero ahora se que solo jugaba a buscar sus esperanzas en otros.
Como una maldita absorbió mi alma.


Ahora se que tras su sonrisa se ocultaba la culpa.
Pues cuando el sol se ponía, mi niña era atormentada.


La pequeña Alea soñaba sueños dulces con hebras de oro
Iluminaban su camino, y entonces la luz se apagaba,
Su perra, Suerte, le daba la luz de sus ojos
Cuando el sol surgía, Alea anunciaba con su dulce tono:
“Esta noche otra hebra de oro se ha roto”
Y era feliz de nuevo, volvía a iluminarlo todo.


Al ponerse el sol, mi vida cambiaba.
Volvía a ser la dichosa Alea amargada.


Un día la descubrí, ahogada en sollozos
“He buscado las hebras de oro,
En mi pecho he buscado el calor y solo he encontrado un demonio,
Me cierra los ojos con sus garras de oro.”


“Mi Alea, alma mía, yo te daré el calor de mi vida.
Lucharé contra tus demonios, ya sea o no uno solo.
Tus sueños ya no serán de dulzura y tormento.
Permíteme entrar en tu pecho”
Y al mirar donde debiera estar su corazón encontré una gran herida
Pude ver como la triste Suerte la lamía.


Yo desesperado, Suerte rendida, y ahora era Alea quien sonreía.
Por el ventanal despuntaba el calor del día, y ella anunció en su dulce tono:
“Esta noche otra hebra de oro se ha roto”

Licencia de Creative Commons
Este obra está bajo una licencia de Creative Commons Attribution-NonCommercial-NoDerivs 3.0 Unported.
Based on a work at exnihilorelatos.blogspot.com.

lunes, 13 de diciembre de 2010

- VII -

La feria del fin del mundo.


Levanté y vi por mi ventana como en pleno centro del pueblo un grupo de gente se dedicaba a montar una feria fantástica, llena de tenderetes de color blanco, con una sola atracción, una pequeña y hermosa noria justo en el centro. Los creadores parecían ignorar a la multitud congregada alrededor de esa obra que aportaba novedad y sorpresa a un lugar dónde la rutina era la guía de todas las vidas que en el habitaban.
Me vestí y salí corriendo para unirme bajo el día soleado. Contemplé como los trabajadores luchaban contrarreloj por levantar la feria, ausentes de lo que les rodeaba. Cuando atardeció, retiraron con magnificencia y sin presentación alguna las vayas multicolor que prohibían el paso, invitando a entrar a todo aquel que lo deseara. Niños, adultos, jóvenes, ancianos… Todos entramos emocionados y pudimos disfrutar de un maravilloso espectáculo de colores y de gente que paseaba haciendo contorsionismo, otros dándonos caramelos, payasos sacándonos carcajadas cuando menos lo esperábamos, acróbatas... Fue como un aliento de vida.


En los tenderetes los artículos mas extraños y fascinantes, e incluso podías probar comidas de todas partes del mundo, seguramente con recetas regaladas de los mismos miembros de la gira, que eran de los lugares más dispares. Chinos, Árabes, Indios, Noruegos, Ingleses, Japoneses, Latinos, Españoles… Algo que nos resulto casi de los más impactante, ya que siempre fuimos una comunidad algo aislada, y tanta heterogenia nos resultó emocionante.


Al llegar las 8 todo paró, y de entre la gente salió un hombre trajeado con colores extravagantes. Se escucharon susurros y alguna que otra exclamación cuando el personaje empezó a trepar por la noria con la agilidad de un gato, para desde su cumbre, invitarnos a entrar a la más grande de las carpas. Una mole de tela fina blanca como el marfil, que reflejaba la luz del atardecer como si fuesen fuentes de oro. Como guiados por una sola conciencia, nos dirigimos a ese lugar lo bastante grande cómo para acogernos a todos.


Igual que comenzó la feria, comenzó el espectáculo. Todos aquellos miembros que vimos volteando por la feria se reunieron allí y pudimos disfrutar de las mas complejas figuras y acrobacias que nos robaron el aliento.
El momento culminante llegó cuando la pista quedó vacía, y en ella, a paso tranquilo apareció una pareja vestida con unos hermosos trajes a juego. Una vez en el centro, comenzaron a bailar.
Suaves movimientos hipnóticos, una dulzura inexplicable en sus gestos y, como sin quererlo, cada vez unos giros más y más vertiginosos. No podías apartar la vista de ellos. Fue lo más hermoso que he podido contemplar nunca. Una vez terminaron se fueron con el mismo paso con el que habían llegado.


Cuando reaccionamos después de unos minutos del ondulante hechizo de los bailarines, esperamos a la siguiente sorpresa circense… pero no llegó. La gente comenzó a abandonar la carpa, entre enfadados y conmocionados sin saber bien que había sucedido. Y desde mi asiento de la tercera fila, al norte de la instalación, comencé a escuchar gritos.
Todos salimos en manada hacia el exterior, y lo que vimos fue mas impactante que la llegada de los forasteros. Nuestro pueblo, hasta nuestro horizonte, se habían convertido en una extensión arrasada que solo contenía los esqueletos chamuscados de lo que fueron nuestros hogares.


Ahora vivimos en la feria. Aquellos que la trajeron desparecieron, como si nunca hubiesen estado, pero nos dejaron toda su instalación, que sin saber porqué, sigue tan blanca e inmaculada como el día que la instalaron. Queremos saber, pero tememos.

Licencia de Creative Commons
Este obra está bajo una licencia de Creative Commons Attribution-NonCommercial-NoDerivs 3.0 Unported.
Based on a work at exnihilorelatos.blogspot.com.

lunes, 29 de noviembre de 2010

- VI -


El Mar de Fuego y Plata.



A'balana, mi tierra de fuego y plata. Nos acogió hace eones, o siglos, o días y nos envuelve con su arena que parece hecha de espejo y que refleja la luz de nuestro brillante sol, cegandonos y haciendonos mantener ocultos mientras el día dure en nuestros refugios. Estos los tenemos escavados en la montañas y las cimas de nuestro pequeño valle. Fueron excavados por nuestros antecesores, y disponemos de todas las comodidades para sobrevivir. Durante años hemos trabajado en ellos, aportando cada vez mas niveles bajo tierra para poder acoger a una población cada vez mas numerosa. ¿Porqué no nos extendemos más allá del horizonte? De noche, nuestro ardiente mar se torna calmo. Refleja la luna mostrando nuestros reflejos a nuestro pies y el suave viento del sur nos invita para andar más allá de las magníficas entradas de nuestros hogares, ya libres del ardiente sol. Pero la calma nos hace confiados, y embobados por nuestro reflejos el viento inesperado del norte nos envuelve en una bruma brillante, y, como en un espejismo, creemos ver la seguridad de la comunidad, cuando en realidad, al querer dirigirnos a ella, nos dirigimos al reflejo que está situado a quilómetros. Este viento inesperado nos aterra, pues a muchos a arrancado de la mano de sus seres queridos. Todos aquellos desgraciados con la suerte de volver, han regresado tan ausentes en espiritus que ni tan siquiera nuestra medicina ha podido volverlos coherentes. Narran historias increibles, sobre tierras húmedas y fertiles, que les arrancan la respiración. Historias de monstruos abominables que los persiguen. Y ellos son los que han tenido suerte, la mayoría nunca vuelve.




Licencia de Creative Commons
Este obra está bajo una licencia de Creative Commons Attribution-NonCommercial-NoDerivs 3.0 Unported.
Based on a work at exnihilorelatos.blogspot.com.

domingo, 10 de octubre de 2010

- V -

Y por fin llegó el día. Llevaba preparándolo unos tres meses, que aunque pudiesen parecer un período relativamente corto, a él le habían resultado eternos. Se levantó de la cama y apagó la alarma del despertador unos segundos antes de que empezara a sonar. Luego se vistió, y colocó bien las sábanas como hacía cada mañana. No quería levantar ninguna sospecha, por eso debía actuar sin variar un ápice sus costumbres. Se dirigió al comedor, donde le esperaban un bol de leche y una caja de cereales por estrenar. “Buen comienzo” pensó mientras se le esbozaba una sonrisa en los labios. Le encantaba abrir los paquetes de cereales.
Abrió la puerta del copiloto, se sentó y se abrochó el cinturón. A causa de su altura, la cinta negra le rozaba molestamente el lateral derecho del cuello. Pero podía soportarlo, por supuesto, no era nada comparado con el dolor que llevaba sufriendo la mayoría de las noches desde hacía varios años. La pierna le temblaba de impaciencia, mientras esperaba que sus padres acabaran de besuquearse. Los segundos se le antojaron infinitos, hasta que finalmente ese cabrón encendió el motor. Evitó mirarlo, y se aferró a su mochila azul y roja de los Looney Tunes. Cuando pensaba que ambos compartían la misma sangre, se le revolvía el estómago. El coche rugió, y se dirigieron hacia la salida de la ciudad. Una vez en la autopista, su padre le golpeó con los dedos en el hombro y le indicó con los ojos que encendiese la radio. Bajó la mirada, y una punzada semejante a la de una aguja al rojo vivo le hizo estremecer. El ano le ardía sobremanera esa mañana. Maldito cerdo. Seguro que ya le volvía a sangrar. Alargó la mano sin mirar el aparato, y pulsó el botón de encendido. Los Beatles, dios, otra vez. Cómo los odiaba, cómo lo odiaba todo. Su padre tarareaba, distraído. El velocímetro rozaba los 110 kilómetros por hora. Las pocas dudas que le quedaban se desvanecieron en un instante.
- Papá… - desabrochó ambos cinturones, uno con cada mano.
- ¿Pero qué coño…?
Se lanzó hacia el volante, y lo hizo girar con todas sus fuerzas. Su padre pisó el freno, aunque en vano, ya que el coche se encontraba a pocos metros de los bloques de hormigón que sí lo frenaron por completo. El frío y agudo beso del cristal en su frente le pareció un alivio. El ardiente abrazo del asfalto en su piel le pareció una cálida bienvenida. Y la rueda del camión que los aplastó, le pareció una bendición.

viernes, 1 de octubre de 2010

- IV -

Le gustaba mucho el chocolate, tanto que pasaba todo el día comiéndolo. Cuando iba a hacer la compra, procuraba contar con todas las marcas disponibles. Los huevos y la leche eran secundarios.

Su mujer ya estaba harta. En su despensa apenas había nada comestible que no tuviese un alto contenido en azúcar y un tanto por ciento de cacao. Por mucho que le gritara, su marido no cesaba en su obsesión. Se estaba volviendo una situación insostenible. A causa de sus hábitos, él apenas cabía en la cama. Ella recordaba con nostalgia cuando se casaron, como hacían deporte  juntos, sus noches apasionadas. Era  desesperante, ahora ni siquiera podía mirarlo a la cara. Lo amaba, sí, pero su enorme cara de pan aceitoso, antes con unos rasgos masculinos y marcados, le revolvía el estómago. No se consideraba una persona superficial, pero eso la superaba. Él la quería con locura, casi tanto como al chocolate (aunque hay una laguna en esa suposición) y la deseaba casi tanto como a la crema de cacao, pero ella no se le acercaba.

Un día, la amante y desnutrida esposa decidió hacer un sacrificio por su marido el día de su aniversario. Regalarle una noche de placer. Para ello se tumbó en la cama totalmente desnuda <<Mi amor, soy toda para ti. Te amo, hazme lo que quieras>>  a continuación se vendó los ojos.
El no pudo contener una erección instantánea y su mente comenzó a hervir de deseo  <<hazme lo que quieras>>. Ella estaba tan deliciosa y sugerente como una barrita de Toblerone, pero le faltaba algo.
Entre la amalgama de ideas sucias de su mente se vislumbró el resplandor de una lucecita. Fue corriendo a la cocina, se quedó atascado en la puerta pero era ya algo normal así que se desencajó y logró coger un tarro tamaño industrial con crema de chocolate con leche.

Fue a la habitación y comenzó a recubrir sensualmente a su mujer con el ungüento. Ella se estremecía con las caricias imaginando que era el hombre que un día fue. Una vez totalmente recubierta, la empezó a lamer centímetro a centímetro, pasó a esas manos que tantos buenos momentos le habían regalado, o dios, como le excitaba eso, como le abría el apetito.  Comenzó con mordisquitos que a ambos divertían y excitaban, hasta que al fin se entregaron ambos a sus pasiones. 

Ese fue el día más feliz de su vida. Al fin pasó una noche con su mujer, y probó el mejor chocolate del mundo “chocolate con amor”. Su mujer se divorció, el hecho de que su marido se comiera uno de sus brazos fue la gota que colmó el vaso.   


Licencia de Creative Commons
Este obra está bajo una licencia de Creative Commons Attribution-NonCommercial-NoDerivs 3.0 Unported.
Based on a work at exnihilorelatos.blogspot.com.

jueves, 30 de septiembre de 2010

- III -

Como cada mañana Jorge, iniciaba su ronda por todo el pueblo. Era cartero desde los doce años, cuando acompañaba a su padre con el caballo casa por casa. Ahora las cosas se habían modernizado, pero él no había perdido la costumbre de visitar cada hogar para recoger las cartas de los habitantes, muchas de las cuales iban dirigidas a familiares que habían emigrado a la ciudad. Era de agradecer ya que muchos de los que vivían ahí eran ya gente mayor que apenas podía moverse dentro de su hogar, mucho menos ir a pie la larga distancia que los separaba del buzón de correo más cercano.


Pese a ser el también muy mayor y no haber tenido descendencia que le sustituyese, disfrutaba caminando por las callejas de piedra cuando hacía sol y luchando por no resbalarse cuando llovía, cosa que era muy habitual. Cada día cumplía su cometido. En su saco se juntaban cartas que narraban la morriña de alguien hacia sus seres queridos, o la alegría por saber que su familia contaba con un miembro más. Sin él, todos esos sentimientos se quedarían encerrados en el pueblo y lo harían un sitio sombrío y solitario.
La desgracia era que aquellas gentes olvidadas no solían recibir respuesta alguna, pero como gente luchadora, jamás cesaban en su empeño de hacer saber a los demás lo mucho que los amaban. Aunque esto le entristecía, el hecho de poder ayudar en esta empresa, era la mejor recompensa que Jorge podía recibir por su esfuerzo.


Por el contrario, en correos no estaban tan contentos. Cada día llegaba un saco lleno de cartas humedecidas y en blanco. Algunos de los trabajadores decían que provenían del antiguo pueblo hundido, aquel que se perdió cuando se desbordó la presa, pero procuraban no pensar mucho en ello.


Licencia de Creative Commons
Este obra está bajo una licencia de Creative Commons Attribution-NonCommercial-NoDerivs 3.0 Unported.
Based on a work at exnihilorelatos.blogspot.com.

miércoles, 29 de septiembre de 2010

- II -

– Es fácil – me dijo –. Sólo tienes que tirar de esta palanquita hacia atrás.
Yo, que apenas era un saco de huesos, me tambaleé bajo el peso del arma. Nunca antes había tenido una en mis manos, y su frío tacto me provocó un ligero escalofrío.
– Primero apunta a la lata. Tienes que hacer que el palito de la punta coincida con lo que apuntes.
Levanté el rifle, y aprisioné la culata bajo mi axila para que el cañón dejara de temblar. Acto seguido, hice lo que me dijo. La pulsión me cogió completamente desprevenido, haciéndome volar medio metro hacia atrás. Caí de espaldas al suelo, y mi caja torácica hizo un ruido grave al chocar contra la tierra. Me costaba respirar. Empezó a reírse, y arrancó el rifle de mis manos. Yo me incorporé con dificultad, e intenté divisar si mi bala había impactado en el blanco. Me puse en pie de repente.
– Déjamelo probar otra vez, por favor. Sólo una vez más.
Se giró, y sonrió. Me lanzó el arma.
– Sólo una vez más.
Volví a la posición anterior, esta vez preparado para recibir el retroceso. No estaba preparado, sin embargo, para las ansias que de repente me golpearon. Imaginé -o eso creía- que me giraba, le miraba fijamente a los ojos, y le disparaba en la cabeza. Y cuando me di cuenta, el extremo de mi cañón jugueteaba con el ancho agujero humeante que se alojaba en el centro de su cara. Lo que quedaba de sus ojos me miraba, confundido y sorprendido a la vez.
En las semanas siguientes, no sentí remordimiento alguno. A decir verdad, no sentí nada. Ahora quizá me arrepiento.

martes, 28 de septiembre de 2010

- I -

- Ahí está otra vez… No hay forma de librarnos de esa maldita cámara… - K32 daba manotazos al aire sabiendo que sus esfuerzos serían infructuosos. Mientras, L12 se frotaba la cabeza calva mientras apoyaba su cuerpo en la pared.


-  Prefiero la cámara a sus visitas. La verdad es que se me revuelve el estómago cada vez que los veo… Estoy cansada de tener que amarte delante de esos ojos. Te quiero a ti, y mi amor solo es para ti, no para ellos – comenzó a llorar.

Él la abrazó consolándola y le susurró al oído palabras que esas paredes blancas no podían oir, y seguramente jamás comprender.

-   Se lo que vamos a hacer. Solo cógeme la mano. Vayamos al Jardín.

K32 cogió fuertemente a L12 y la arrastró a tal velocidad que esta creía que volaba. Las caras de los demás inquilinos se volvían borrones a su paso. Se pararon al final del largo pasillo que dividía el carguero en dos secciones Gamma y Lambda. En la primera se encontraban los pequeños apartamentos equipados con cama y aseo. En la segunda estaban los puestos de control y natalidad. Las paredes de ambas secciones eran de un cristal duro como el diamante que permitia ver lo que sucedía en el interior de cada sector. No era algo inusual ver a alguien en paños menores, nadie se sobresaltaba ni se turbaba.  Al final del pasillo estaba la puerta que daba a un hermoso jardín, igual que los de la tierra. Con plantas verdes y flores brillantes y fragantes.
-   ¿por qué venimos aquí? También hay cámaras – Su cabecita calva parecía a punto de estallar.
-   Mira las flores, que bellas… A ellas no les importan las cámaras. Se fertilizan unas a otras, se enredan entre ellas y mueren. Pero yo no puedo, soy demasiado egoísta. 
Caminaron mientras L12 guardaba en su memoria todos los olores dulces y figuras abstractas que formaban las plantas. K32 aparto ligeramente unos setos y mostró una puerta negra cerrada herméticamente
-   ¿Ves esa puerta? L56 y yo la usamos el anterior ciclo para hacer el mantenimiento de los conductores de oxígeno exteriores. Da a una cabina de despresurización… ¿sabes lo que significa?
Los ojos de ella se llenaron de lágrimas y se apretó al pecho de él, que la beso en la cabeza. Abrió la puerta sin dudarlo un segundo, provocando que saltaran las alarmas.
-  “ Kritch Esg traugiok, Ioptrp Rushk traugiok”
Se comenzaron a  escuchar pasos acelerados acercandose al jardín. Ambos miraron asustados aunque conocían lo que verían. La guardia corría hacia ellos con sus miembros babosos y bamboleantes sujetados por los trajes compresores que evitaban que sus cuerpos se desparramasen por el peso de la presión atmosférica de la nave. K32 y L12 entraron en la cabina blanca y cerraron la puerta justo en el instante en que uno de los guardias disparó su arma en una de las extremidades de L12 dejando que la sangre anacarada inundase el suelo. Esta cayó y gimió.  Su pareja la abrazó y se besaron justo antes de que la mano de K32 dejase abierta la puerta que los envió a la infinita intimidad que congeló las lágrimas de ambos al instante.





Licencia de Creative Commons
Este obra está bajo una licencia de Creative Commons Attribution-NonCommercial-NoDerivs 3.0 Unported.
Based on a work at exnihilorelatos.blogspot.com.

- 0 -

Por mucho que se esfuerce el “creatio ex nihilo” en demostrar lo contrario “creatio ex materia” lo contradice, y es que “ex nihilo nihil fit” porque no podemos demostrar que el tiempo surgió, ni el universo.
Igual que nada surge de la nada, los relatos surgen de una pequeña idea o imagen, en ocasiones de un recuerdo borroso o de uno que ya habíamos, paradójicamente, olvidado. Por eso conviene capturarlos y plasmarlos en cuanto estén cerca, para que no vuelvan a escapar. Si alguien los encuentra, algo surgirá de esa semilla y el ciclo seguirá y seguirá.
Creamos este pequeño espacio, una cárcel para estas historias que serán devoradas en dos minutos y medio, medio más, medio menos.