sábado, 14 de abril de 2012

-XVI-

Je me suis levé à minuit et se tourna les yeux au ciel
et ne voit pas les oiseaux, les oiseaux dans le ciel
Et je, et je, et je pensais que j'étais sous la mer
avec mes pieds sur la mer des Caraïbes.
Avec les poissons de parler.

Aussi, je pensais aussi
vous ne voudriez pas mes lèvres
et serait la mort de Maupassant
souterraine, à vos pieds.
Et sur ma tombe,
et d'écrire sur ma tombe
vous avez menti à ce moment-là.

La vie, la vie, j'ai rêvé que je habillée dans mon coeur
pomper le sang à mon piano
en cours d'exécution plus que mes mots
et transformé en chanson
et les mots étaient une bonne

Aussi, je pensais aussi
vous ne voudriez pas mes lèvres
et serait la mort de Maupassant
souterraine, à vos pieds.
Et sur ma tombe,
et d'écrire sur ma tombe
vous avez menti à ce moment-là.

Traducción:

Me levante a medianoche y volví mis ojos al cielo
y no ví ningún pájaro, los pajaros en el cielo
Y yo,y yo, y yo pensé que estaba bajo el mar
con mis pies sobre el mar del caribe
Con los peces hablando.

También, también pensé
que tú no querrías ver mis labios
y sería la muerta de Maupassant
bajo tierra, a tus pies.
Y en mi lápida, y en mi lápida escribiré
que te mentí en ese momento.

Vida, vida, soñé que iba vestida con mi corazón
bombeaba sangre a mi piano
que corría más que mis palabras
y las transformaba en canción
y las palabras eran buenas

También, también pensé
que tú no querrías ver mis labios
y sería la muerta de Maupassant
bajo tierra, a tus pies.
Y en mi lápida, y en mi lápida escribiré
que te mentí en ese momento.

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lunes, 13 de febrero de 2012

Los alocados hobbies de Miss.Sweetfinger

Actualmente estoy trabajando en varios proyectos que me tienen bastante ocupada, así que para aquellos que me siguen animando a escribir, les dejo este pequeño aperitivo (sin más pretensión de ser un aperitivo) para poder sobrellevar este "break" que se está alargando más de lo que desearía.

Espero poder volver a escribir con regularidad pronto.

¡Saludos!



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Los alocados hobbies de Miss Sweetfinger

Era un soleado día en Aunt’n’Ville y después de pasar la mañana cuidando de sus hermosas orquídeas, la señora Sweetfinger se dirigió con sus pasitos calmados a la cocina dispuesta  a refrescarse con una deliciosa limonada. Para sus sorpresa, cuando fue a  dejar sus utensilios de jardinería en un armario de la cocina, un ratoncito rápido escapó entre sus piernas haciéndola gritar y dar vueltas como un molinillo. Tras unos segundos de gritos desesperados, una chispa de valor se encendió en ella; cogió un bote de galletas vacío hace tiempo y atrapó al escurridizo roedor. <<¡Vaya! >> Eso le recordó una de sus tareas mas importantes.

Decidida, lenta y sonriente fue a su armario, se puso su traje de Kevlar y cogió “Pequeño caballero” de la estantería, sin olvidar el bote de  galletas, claro. Salió de nuevo al jardín y fue al invernadero de la parte de atrás.  <<¡Hola mis amores!>> Se sentó en un pequeño banquito con grabados de violetas al lado del hijo de los Cougar y abrió “Pequeño caballero” por la página 200. A la madre no pareció hacerle mucha gracia que la amable anciana quisiese enseñar un poco de educación a ese pequeño bastardo, el cual encontró comiéndose a su querido Sr. Bigotes dos meses atrás. Pero a la señora Sweetfinger no le importó que la señora Cougar intentase comerse su brazo otra vez, así que le tiró el ratoncito que había en el tarro. Era divertido ver como tres de aquellas solitarias y pútridas criaturas perseguían babosamente su cena, pero no era tiempo de ocio, era el momento de actuar como una buena abuela.

- “Punto 469; el pequeño caballero, en la mesa, nunca comerá con la boca abierta”

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viernes, 20 de enero de 2012

Decálogo del saber hacer.

Hola; me llamo Dánae y soy me autodenomino amante de la cultura, pero me llaman “pirata”.

Amo el cine, pero cada vez que quiero ir a ver una película es como si fuese a una cena de gala, una de estas cenas que gastas más por estar ahí que lo que realmente te dan y además te engañan diciendo que parte de tu cubierto va destinado a una ONG.

 Amo la música, pero comprarme un cd es como contratar a la banda para que toque de forma privada solo para mí y darle los restos de mi comida mientras las productoras están a mi lado palpándome las venas para ver cual es la más propicia para sacarme la sangre.

 Amo la literatura, pero cuando me compro un libro mi bolsillo sabe que con ese acto tan honrado, estamos asesinando al animal mitológico que los pare, y que “best-seller” es una justificación más que dudosa para cobrar 30€ por 190 páginas.

El gobierno sabe la satisfacción materialista y consumista que me produce ver todos esos artículos en mi biblioteca, y me imaginan retozándome como una cochina entre páginas abiertas o con la última edición remasterizada con comentarios del director en 28 idiomas distintos de mi película favorita. Por eso, y sé que lo hacen por mi bien, me llaman “pirata”.

Pirata porque no puedo permitirme ir al cine y a festivales, y me descargo todas las películas que puedo. Y me siento como una yonqui a la que le dan metadona en vez de caballo.

Pirata porque me descargo gigas de música para poder bailar con ella y que me acompañe dónde vaya. Por recomendar ese disco tan curioso y ahorrar para poder ver en directo a los artistas que lo han creado con la esperanza de decirles a  la cara “tu música a cambiado mi vida”.

Pirata por dejarme los ojos en las pantallas del ordenador para poder leerme sagas completas, que en precio equivalen al producto interior bruto de Suiza.

Así que señores de la SGAE, partidarios de SOPA y HADOPI… ¿Tenéis alguna solución para mi enfermedad? ¿Machacar mis sesos contra una pared y enterrar mi curiosidad bajo quilos de vulgaridades y fingir ser una estúpida inconsciente y paleta?¿Fingir ser un borrego y que me de igual todo?
Lo entiendo, usáis ese término despectivo y me consideráis una criminal por mi bien, pero QUE CARAJO. NUNCA HE HECHO CASO DE LO QUE DICEN DE MI, UNA MIERDA OS LO HARÉ A VOSOTROS.

jueves, 29 de diciembre de 2011

-XV-



"Hoy, vivimos en una sociedad que solo sabe hablar de sí misma. Vivimos agobiados y condicionados por nuestros miedos… pero confía en que un día, los pocos que miran al cielo ilusionados, transmitan a las futuras generaciones su pasión. Serán ellos, aquellos que no miran su ombligo si no a las estrellas, los que narren las historias más hermosas"


Y esas serán las palabras de los padres, dichas a ellos por sus abuelos, que a su vez fueron transmitidas por sus propios abuelos. Y así, de hijos a hijos, un día, un niño curioso crecerá y descubrirá grabada en las piedras de un planeta lejano una crónica de amor y guerra, y en ella leerá estas palabras:


"A los viajeros me dirijo, a vosotros que sois los niños del universo. Tibisay la anciana me llaman, y de buen saber os digo que donde ahora hay ruinas, se alzó una ciudad hermosa y de majestad sin igual.
Melina es el nombre de la tierra que pisáis, tierra que dio a luz unos hijos arrogantes llamados Febo y Vernón, cada uno gobernante de su casa. Ambos dividieron el mundo en dos y enseñaron a sus vasallos a odiarse para beneficio de su propio deseo de ser  señor de un mundo que no les pertenecía. Midieron fuerzas y derechos durante años, pero no fueron ellos los que derramaron la primera gota de sangre.
El pueblo de Melina estaba tan confuso, tan lleno de desprecio, que un día, un hermano mató a un hermano solo por comerciar con el otro lado de la frontera que delimitaba el territorio de ambas casas.
De esa forma tan cruel, comenzamos a luchar entre nosotros durante tantas generaciones que el motivo se olvidó. Los guerreros engendraron guerreros y el significado de la palabra compasión y perdón se debilitaba a cada nuevo nato.
Las tierras que por entonces habían sido fértiles, ahora eran envenenadas y bombardeadas… ya nadie se dedicaba al cultivo ni a cuidar del ganado. Herreros eran la mayoría, y si no, soldados. Y una lid no da de comer a un pueblo agotado.


Siglos después de ese desdichado momento en el que se olvidaron los lazos de sangre, las casas regentes contaron con nuevos herederos con el peso de levantar el nombre de su linaje y devolverle al mundo la vida que sus antepasados le habían robado.
Cuando Melina ya no pudo beber tanta sangre y la muerte ganaba a la vida, ambos descendientes de tan altas casas decidieron una última y gloriosa batalla donde uno de los dos caería, poniendo fin a una guerra que había durado demasiado.


El día escogido para la ofensiva ambos ejércitos se lanzaron sedientos de victoria y paz, y es ahí cuando ambos capitanes se miraron a los ojos por primera vez.
Se enfrentaron ambos con honor, mano a mano, con los soldados expectantes a su alrededor.
En una estocada, Agenor, hijo de la casa de Febo, cayó y quedó a merced del acero de la heredera de la casa de Vernón. Con sorpresa y rabia, esta última palideció cuando miró al enemigo derrotado a sus pies, y encontró en sus manos una astillada espada de madera.


<<Lider sin orgullo, ¡Mancha de tu linaje!>> le llamó  <<¿Que acaso no deseas el narrar de tu victoria, y que el nombre de tu perdure para la eternidad?¿No deseas la grandeza de, con mi sangre, traer la paz a este mundo agotado?>> y con rabia lanzó la espada que lo atenazaba bien lejos, pues  esa muerte sería una mancha innoble en sus manos.
<<No>> contestó él  <<Durante años, ataviado como un mendigo, he paseado por tus calles. Al principio quería conocer a mi adversario y todas las debilidades de su pequeño mundo. Quería jactarme de la decadencia de los tuyos, pero un día, mientras andaba renqueando cerca de tu palacio, te me acercaste. Te conté una triste historia en la que unos hijos falsos morían de hambre, y una desesperada esposa inexistente lo hacía de pena. Tú, en tu bondad, me diste carne de tu mejor ganado y las ropas más calientes. Y después de mi, fuiste casa por casa, repartiendo tus bienes y sufriendo por las heridas en el alma de cada uno de los tuyos. Tu pueblo muere igual que el mio, pero tú mueres con él, mientras yo en mi orgullo poseía la vida eterna. Así, reniego de la inmortalidad de mi nombre, y me arrodillo ante ti, Señora  de Melina. >>


Ante estas palabras, la que a partir de ese momento sería gobernante, ofreció a Agenor el perdón y la absolución de los errores de sus abuelos, pero él se negó. Como un ermitaño, abandonó el planeta sólo con la vergüenza de su propio orgullo egoísta y la de aquel Febo que murió mucho antes de que él naciera y por el capricho del cual empezó una guerra. En el personificó los errores del pueblo, y con su vagar eterno y sin rumbo, sería él quien llevara tal deshonor a las estrellas para que su brillo purificase a cada uno de los habitantes de Melina.


Mientras estas líneas son escritas, muchos miran a las estrellas, y honran al hijo de Febo para que limpie sus errores. Y cuando ellos rezando, soy yo quien agacha la cabeza, y susurro para mis adentros el nombre del hombre e imploro que me de fuerzas para mantener la paz que de su sacrifico surgió al poner su vida en mis manos.


                                                                                                                       Tibisay de Vernón "




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viernes, 23 de diciembre de 2011

-XIV-



Ya el cielo brilla 
y susurran en mi alma
los deseos de la bella

Criatura hermosa de pies ligeros
con sus brazos dibuja
lo que siento por ella
Gira con la música y para con mis letras

Criatura mía risueña
en tus ojos curiosos
nacen mis ideas.
Ya eres cómplice de mis anhelos
Aún sin saberlo.

En cada movimiento
danzas en mis sesos:

Soy esclavo de tu sinfonía
y en cada uno de tus pasos
narraré por siempre tus besos.

Brinca ninfa rosada

con tu alegría como alabarda,
rompe las penas!

La naturaleza sonríe ante tu gracia

Mi ángel liviano;
bendito soy por tu esperanza








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jueves, 22 de diciembre de 2011

-XIII-

Mar calmado,
teñido de ámbar por el planeta
que entre brumas,
se oculta lento en su horizonte.
Y una goleta llena de abandonados,
se dirige solemne hacia él.


Mientras yo espero en la orilla,
rezo por la paz de los valientes.


Dejo la tierra arremolinada a mis pies
y siento el sol que me abrasa.
Dejo que las estrellas,
que hoy son hilos de plata,
me lleven a mi mar.


Pero no, ¡No es mi mar!
este que llena mis pulmones de sal.
¡No es mi mar!
Este que me atrapa como un fiero amante,
este que no me da la libertad.


Que maleficio a dado el astro
a mi madre acuosa.
Con su humor cambiante me abrazaba,
y me susurraba al oído
cuando quería estar sola.


¡No es mi mar!
Este que añade pesos a mis pies
y nubla mis ojos de color oro.
¡No es mi mar!
Este que apaga mis suspiros...
¡No es mi mar! No es mi mar...




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martes, 20 de diciembre de 2011

-XII-

Cuenta la leyenda que el destronado rey mono habitaba las minas de san Francisco. Cuando despuntaba el alba, salía de su oscuro hogar y recogía el fresco rocío de las flores, con cuidado, para acumularlo todo. Andaba entre árboles y desfiladeros para guardar con cuidado en los mismos cubos en dónde guardaba una a una las gotas de agua, a cada pequeño pececillo solitario que peleaba por la vida en los lagos ahora secos. Luego, pacientemente, subía a los tejados y regaba las abandonadas azoteas, ahora convertidas en estanques preciosos por él. Con la luz del día observaba la vida pura y le hacía sentirse bien.
Una vez terminaba con su tarea, volvía a su puesto de vigilante en un alto pilón lejos de los edificios, y bajo una sombrilla multicolor observaba con ojos cansados la ciudad ahora teñida de naranja atardecer.  Con el peso de sus mil años a la espalda, volvía a la oscuridad para dormir una solitaria noche más.


Un día despertó con el sonido atronador de la ira. Cuando salió fue corriendo a su pilón y cogiendo unos prismáticos pudo ver una clase de vida que le recordaba tiempos pasados y  creía olvidada.
Hombres mujeres y niños subían con esfuerzo a las azoteas, dónde recogían el agua y se peleaban por los peces que descansaban plácidamente en los estanques día a día. Gritos, mordiscos, risas y desesperación creaban un lenguaje primigenio que él en su día habló y entendió que esos humanos errantes eran sus hijos, y los debía proteger.


Corriendo lleno de gozo al ver acabados sus días de abandono, trepó rápidamente por las vigas corroídas y alcanzó la primera azotea.


“¡Yo soy el que fue! ¡Padre de todos! En mi cobijo no encontraréis el hambre ni la desdicha” El antiguo rey alzó sus manos en señal de hermandad para mostrar la grandeza de su corazón que ahora era feliz por recuperar a su familia.


“Mirad ahí” gritó una mujer “Es una criatura aún viva, y huele a carne y sangre”


 “Mi estómago ruge desde el último ciervo” gritó un hombre y el rey solo escuchó palabras de alegría.


 La mujer se lo hecho a la espalda como a un niño y ambos bajaron  al pie del edifico, dónde los humanos se reunían alrededor de una hoguera para ahuyentar el frio que las cenizas de la guerra habían dejado. Aquellos seres lo miraban ojerosos y con los pies llagados del largo camino. Al comprender sus pequeñas mentes lo que tenían ante ellos, la sus ojos se iluminaron de esperanza y una brizna de inteligencia. “Asémoslo” decía un joven con apariencia de anciano, “No, despellejémoslo y con su piel hagamos coberturas para nuestros pies dolidos” dijo un pequeño que no pesaba más que el aire, “¡Hagamos eso y más!. Tomaremos su piel y comeremos su carne asada. Beberemos su sangre y humedeceremos nuestras secas gargantas” dijo un adulto grande como un árbol con voz decidida, y todos se lanzaron con ojos golosos a por el rey. 


El pobre mono los acogió, y un niño mordió su brazo. El ser milenario dio un brinco hacia atrás y comprendió que el idioma de sus hijos ahora era muy diferente al suyo, tanto que ya no era el mismo.  Él hablaba de amor, convivencia y protección. Ellos hablaban de hambre, rabia e instinto. Habían perdido la capacidad de la comprensión y la compasión.
Huyó bosque a través con los humanos corriendo y ladrando tras él. Saltaba por los árboles y ellos saltaban, esquivaba troncos traicioneros y ellos los esquivaban… no había salvación hasta que ante sus ojos se abrió un claro hacia un precipicio. Parado en medio del claro vio como los humanos olisqueaban el aire imaginándose su carne cocinada y en sus bocas, oía sus estómagos rugir.  Se dio la vuelta y corrió, corrió sin cesar hasta el precipicio y se lanzó.
Cien gritos se alzaron en ese momento, cien maldiciones los siguieron. Derrotados y hambrientos, los humanos se marcharon.


Desde una rama que crecía en las paredes del precipicio el rey los escuchó. Comprendió que el tiempo había vuelto atrás y que le esperaban mil años más para que sus hijos hablaran con él. Silencioso y esquivo volvió a su hogar, y en la oscuridad , con la esperanza y la pena como compañeras, decidió dormir un siglo más.





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