martes, 20 de diciembre de 2011

-XII-

Cuenta la leyenda que el destronado rey mono habitaba las minas de san Francisco. Cuando despuntaba el alba, salía de su oscuro hogar y recogía el fresco rocío de las flores, con cuidado, para acumularlo todo. Andaba entre árboles y desfiladeros para guardar con cuidado en los mismos cubos en dónde guardaba una a una las gotas de agua, a cada pequeño pececillo solitario que peleaba por la vida en los lagos ahora secos. Luego, pacientemente, subía a los tejados y regaba las abandonadas azoteas, ahora convertidas en estanques preciosos por él. Con la luz del día observaba la vida pura y le hacía sentirse bien.
Una vez terminaba con su tarea, volvía a su puesto de vigilante en un alto pilón lejos de los edificios, y bajo una sombrilla multicolor observaba con ojos cansados la ciudad ahora teñida de naranja atardecer.  Con el peso de sus mil años a la espalda, volvía a la oscuridad para dormir una solitaria noche más.


Un día despertó con el sonido atronador de la ira. Cuando salió fue corriendo a su pilón y cogiendo unos prismáticos pudo ver una clase de vida que le recordaba tiempos pasados y  creía olvidada.
Hombres mujeres y niños subían con esfuerzo a las azoteas, dónde recogían el agua y se peleaban por los peces que descansaban plácidamente en los estanques día a día. Gritos, mordiscos, risas y desesperación creaban un lenguaje primigenio que él en su día habló y entendió que esos humanos errantes eran sus hijos, y los debía proteger.


Corriendo lleno de gozo al ver acabados sus días de abandono, trepó rápidamente por las vigas corroídas y alcanzó la primera azotea.


“¡Yo soy el que fue! ¡Padre de todos! En mi cobijo no encontraréis el hambre ni la desdicha” El antiguo rey alzó sus manos en señal de hermandad para mostrar la grandeza de su corazón que ahora era feliz por recuperar a su familia.


“Mirad ahí” gritó una mujer “Es una criatura aún viva, y huele a carne y sangre”


 “Mi estómago ruge desde el último ciervo” gritó un hombre y el rey solo escuchó palabras de alegría.


 La mujer se lo hecho a la espalda como a un niño y ambos bajaron  al pie del edifico, dónde los humanos se reunían alrededor de una hoguera para ahuyentar el frio que las cenizas de la guerra habían dejado. Aquellos seres lo miraban ojerosos y con los pies llagados del largo camino. Al comprender sus pequeñas mentes lo que tenían ante ellos, la sus ojos se iluminaron de esperanza y una brizna de inteligencia. “Asémoslo” decía un joven con apariencia de anciano, “No, despellejémoslo y con su piel hagamos coberturas para nuestros pies dolidos” dijo un pequeño que no pesaba más que el aire, “¡Hagamos eso y más!. Tomaremos su piel y comeremos su carne asada. Beberemos su sangre y humedeceremos nuestras secas gargantas” dijo un adulto grande como un árbol con voz decidida, y todos se lanzaron con ojos golosos a por el rey. 


El pobre mono los acogió, y un niño mordió su brazo. El ser milenario dio un brinco hacia atrás y comprendió que el idioma de sus hijos ahora era muy diferente al suyo, tanto que ya no era el mismo.  Él hablaba de amor, convivencia y protección. Ellos hablaban de hambre, rabia e instinto. Habían perdido la capacidad de la comprensión y la compasión.
Huyó bosque a través con los humanos corriendo y ladrando tras él. Saltaba por los árboles y ellos saltaban, esquivaba troncos traicioneros y ellos los esquivaban… no había salvación hasta que ante sus ojos se abrió un claro hacia un precipicio. Parado en medio del claro vio como los humanos olisqueaban el aire imaginándose su carne cocinada y en sus bocas, oía sus estómagos rugir.  Se dio la vuelta y corrió, corrió sin cesar hasta el precipicio y se lanzó.
Cien gritos se alzaron en ese momento, cien maldiciones los siguieron. Derrotados y hambrientos, los humanos se marcharon.


Desde una rama que crecía en las paredes del precipicio el rey los escuchó. Comprendió que el tiempo había vuelto atrás y que le esperaban mil años más para que sus hijos hablaran con él. Silencioso y esquivo volvió a su hogar, y en la oscuridad , con la esperanza y la pena como compañeras, decidió dormir un siglo más.





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2 comentarios:

  1. Una lectura muy amena y nada sobrecargada, se agradece la brevedad pero sin escatimar en detalles, es como un juego de Nintendo DS (de los buenos), divierte, no te pasas de tu parada de metro, y no te crece la barba antes de acabar un nivel :P juju

    No se si será solo cosa mía, pero al principio me imaginaba al Rey mono, como un Son Goku gótico/emo (lol), después ya me lo imaginaba mas viejo y solemne, estilo Anthony Hopkins...

    En la sección de criticas constructivas, y en lo personal, le cambiaría algunas palabras por otras, por así decirlo, pedantes, mas que nada por el tono general del relato, como por ejemplo; "prismáticos" por "binoculares", pero no me hagas mucho caso, que ya chocheo, y de mis dedos solo salen pamplinas -___- xDD

    Sigue así! ;D

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  2. Jajaja, muchas gracias. Tendré en cuenta todos los detalles para la próxima vez. Me he hecho mucha gracia la idea del Son Goku xD

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